Russian Roulette

El revólver plateado de empuñadura negra fue dejado sobre la mesa junto a una única bala, YunHo asintió hacia el hombre y este luego de una rápida reverencia salió por la puerta de madera del pequeño cuarto.

—Es una elección curiosa señor Jung—expresó uno de los tres hombres además de él sentados a la mesa— ¿dónde está el mágnum?, el mágnum es un cliché para hacer volar los sesos—tamborileó los dedos sobre la mesa en una clara acción de nerviosismo mal disimulado— ¿o es que el inventario anda mal?

YunHo, quien había estado sobándose una muñeca levantó la mirada hasta el rostro del interrogante, sin abandonar su acción.

—Me gustan los clichés—sonrió al corpulento hombre apretado en el espacio limitado. Su inflado estomago llegaba hasta la mesa y su saco lo llevaba abierto, probablemente demasiado pequeño para abarcar todo su cuerpo—me parecen algo suave. No podemos escapar de ellos—suspiró un poco, tal cómo lo haría un adolescente enamorado—pero me temo que todas mis mágnum están ocupadas en otras labores en este momento. Pero debo suponer que no le importara jugar con un revólver cualquiera, ¿no es así?

El aludido carraspeó, incomodo.

—Supones bien Jung. Bueno, ¿a que esperamos? comencemos ya—apremió jalando el saco hacia su cuerpo mientras se inclinaba sobre la mesa.

—Si, tengo asuntos que resolver sino les importa, aunque claro, eso en caso de que salga vivo de aquí.

Una estruendosa risa retumbó en el lugar haciendo agitar la simple bombilla colocada justo sobre la mesa, YunHo  trató de sonreír hacia sus invitados. La risa de Choi quien había reído ridículamente la broma del hombre a su lado se fue apagando con lentitud, asemejando el inicio de una película de terror.

El cuarto hombre sentado a la izquierda de YunHo se mantenía callado, con el rostro pacifico y en alto. YunHo le mandó una mirada de soslayo, se trataba de alguien incluso menor que él y era el representante de la segunda organización más poderosa de trafico. La primera organización, la más poderosa, era la que estaba al mando del Jung.

Se aclaró la garganta y tomó la potente arma entre sus largos dedos.

—Comenzare yo—informó abriendo el tambor rápidamente y colocando la munición en una de las recámaras. Giró el tambor una vez  y pegó el cañón a su sien, escuchó aún el sonido del tambor girando al costado de su cabeza. En cuanto el ruido se detuvo, disparó.

El arma se encontraba extendida hacia el jugador de la derecha segundos después, unos estéticos dedos la sostenían por la corredera, incitando al hombre del gran estomago a tomarla.

—Es su turno señor Choi—susurró Jung, con una sonrisa amable—suerte.

Choi pasó saliva, el sudor había comenzado a correr por su cuerpo mojando la fea camisa a rayas azules y blancas que llevaba puesta.

Tomó la empuñadura e hizo girar el tambor.

YunHo contó mentalmente.

‘Uno, dos’

Disparó mientras un goterón de sudor caía desde su frente y rodaba por su nariz.

Nada.

El viejo se tragó un suspiro de alivio por puro orgullo y le pasó la pistola al siguiente hombre con expresión que buscaba ser arrogante.

—Anda—apuró.

El señalado hizo un gesto de disgusto, era un tipo en sus cuarenta y siempre estaba de mal humor. Hizo rodar el tambor y se disparó a la sien. El ruido inundó el cuarto de forma grotesca.

‘Uno, dos’

Ninguna bala.

—Esto llega a aburrirme ¿saben?—comentó extendiendo el revólver hacia el ultimo hombre. El más joven.

YunHo trató de no mirarlo pero sus ojos volaron hacia su figura.

Era delgado, alto, y llegaban a notarse algunos trabajados músculos por debajo de su traje negro.

Kim, el hombre cuarentón, hizo agitar la pistola por delante de los ojos del chico.

— ¡Que la tomes, carajo!

Este apenas le dedicó una mirada a su semblante impaciente, hizo rotar en sus dedos el revólver cuando lo tuvo en su poder.

Lo examinó entre sus manos como si fuera la primera vez que veía algo así.

YunHo comenzó a ponerse nervioso.

Shim ChangMin giró el tambor.

‘Uno, dos, bang’

Incluso oír su voz en su contar mental hizo sentir ansioso a YunHo, trató de mirar a otro lado pero parecía atraído por una fuerza incontrolable a mirar con morbo cómo la bala se incrustaría en el cuerpo del joven Shim.

ChangMin pegó la boca del cañón a su sien, cómo si quisiera hacerse una marca redonda con el.

Disparó.

Los dos hombres se levantaron al mismo tiempo mas uno de ellos con torpeza, condenado por su incomoda barriga.

—Esto ya no es tan entretenido como antes Jung, dile a tu padre que busque otra forma de deshacerse de nosotros.

YunHo asintió, aún perdido en lo que acababa de ocurrir.

—Mándale mis saludos al jefe—remató el hombre cuarentón saliendo del cuarto por detrás del tipo más grande.

YunHo ni siquiera pudo pronunciar su habitual ‘soy el jefe ahora’ ya que antes de que pudiera abrir la boca el ruido de un revólver dejado sobre una superficie lo asustó. Brincó en su lugar mirando al alto chico incorporarse en toda su altura frente a él.

Shim sonreía, tal como alguien sonreiría a mitad de la tarde.

—Me divertí—dijo.

Esa era la primera vez que YunHo escuchaba su voz, madura, pero con un toque de niñez incapaz de ocultarse.

Quiso responder, pero la garganta la tenía abarrotada de porqués.

—Más suerte para la próxima.

Y YunHo escuchó sus pasos alejarse, abrir la puerta y desaparecer.

Con manos temblorosas tomó el revólver. Ahora le parecía más pesado, cómo si todas las recamaras albergaran una bala.

Abrió el tambor a la par de un latido de su corazón.

Revisó el lugar donde estaba la bala y contó.

‘Uno, dos’

Si hubieran jugado dos turnos, la bala lo habría perforado a él.

El revólver plateado con empuñadura negra cayó sobre el piso, debido a la incapacidad de su dueño de sostenerlo en ese preciso momento.

YunHo respiró duro, la visión la sentía borrosa y el cuerpo pesado.

Pidió a uno de sus hombres que le trajera una aspirina y levantara el revólver, mientras él acariciaba su muñeca derecha nerviosamente.