Lonely

Está solo.

No hay absolutamente nadie más en el frío cuarto. Inclina su cabeza, se rasca un poco, frota sus parpados. Sabe que no hay salida, nada mágico pasara, no vendrá nadie en su rescate.

Después de aquel chico, ya no había nada fascinante.

No había vuelto a sonreír por ninguna cosa, él era su todo.

Ahora lo único que poseía, era un jodido nada.

El dulce niño lo abandonó, fue lo mejor para él. Lo mejor que pudo haber hecho.

De eso estaba seguro, pero aún no podía aceptarlo.

Era egoísta, taciturno y bobo.

No vendría, no regresaría aspirando amor.

Fue un idiota y debía aceptar las consecuencias.

¡Un brindis!, ¿por qué?

Nada especial, sólo quería olvidar lo que fuese posible y evitar al tiempo, que desde hace mucho no lo escuchaba, no se detenía.

Dio un respingo cuando el líquido incoloro atravesó su garganta, quemándola.

Aquella, era la única sensación que percibía desde el inevitable abandono de aquel chico.

De aquel chico amable, más dulce y tierno que cualquier chica, aquel chico más grande que él y más ingenuo e infantil.

Aquel chico al que llamaba “bebé” a pesar de que era mayor y para quien un beso era suficiente para olvidar cualquier pelea.

Bueno. 

Casi, cualquier pelea.

Qué más daba, era su culpa.

Su jodida, maldita y prostituta culpa.

Azotó su cuerpo contra el sillón cuando la molesta lucecita roja apareció, no tenía razón para poseer teléfono, pero tampoco ganas de cancelarlo.

Ignoró los repiques, la llamada se fue al contestador.

¿Equivocación?, ¿deudas?, ¿alguien que quería saber si seguía vivo?

Un beep se escuchó, y la respiración de alguien que dudaba en dejar un mensaje o no, robó algunos instantes.

Estaba a punto de voltearse y no prestar atención a algo tan estúpido, cuando una voz febril, decidida, que apenas acariciaba la madurez, le dedicó palabras a sus oídos que no lo hacían feliz por si solas, sino por venir de él.

—Feliz cumpleaños, ChangMin.

Y sin más, colgaba el teléfono.

Sonrió para sí, repleto de un letargo secuencial que no duraría mucho.

Aquel pelinegro de sonrisa hermosa y lágrimas tibias era lo más cruel que pudo haber hallado.

Y lo único que lo pudo enamorar.